(Artículo publicado en rumano en Lettre Internationale , nº 103, Bucarest, otoño de 2017) 1. Novelistas de una novela La historia de la literatura tuvo primero autores de una sola obra, incluso autores anónimos de una sola obra. Más adelante tuvo obras perdidas, títulos vacíos como esa novela fantasma de Cervantes, Las semanas del jardín . Los filólogos se han dedicado siglos a reconstruir obras por sus huellas textuales. Eso fue así hasta el siglo XX. Nuestro tiempo es el del mercado, el de la superabundancia capitalista. A ese tiempo corresponde una filología evolucionada que podríamos denominar “filología de mercado”: agotada la ecdótica y la hermenéutica sobre las obras conocidas, esta filología dedica sus esfuerzos eruditos a sacar a la luz todo papel escrito por un autor, incluso aquellos que el autor consideró íntimos y secretos (las cartas de amor), de intendencia cotidiana (listas de la compra), o —y esto es lo más peligroso y obsceno— los escritos que un
(Este artículo, en su versión francesa, aparecerá en 2020 en el número 100, dedicado a Milan Kundera, de la revista L'Atelier du roman ) 1. La epifanía, como episodio novelesco, no pertenece al mundo de los «egos experimentales» del maestro de Brno. Más bien al contrario: los golpes de lucidez, que desenmascaran los persistentes victimismos y enfados de los niños interiores, no son visiones espirituales de destrucción o redención, como las que experimenta Stephen Dedalus. Muchas veces he comentado, con amigos de distintas edades, que para leer una novela de Kundera hace falta ser muy adulto. ¿Pero qué significa «ser muy adulto»? El propio Kundera nos recuerda en algún pasaje de sus ensayos que un homo sapiens que alcanzaba la treintena era ya considerado un anciano para su comunidad. Hace poco tuve una pequeña epifanía destructiva: repasando diarios de principios del siglo XX, buscando huellas de fiestas y banquetes vanguardistas, me encontré con una breve noti