ROD AL QUI LAR Un pequeño mundo para el hombre, algo así es un lugar. Agua, tierra, luz y compañía. También poder estar solo, solo en el sur. El verano de los niños, las cenas con los amigos, la hoguera y los volcanes nocturnos en la playa. Con muy poco un lugar es habitable. Los dioses del lugar son una mina de oro, un bar con un motero barbudo, Lola y sus pescados para olvidar a las otras lolas, la posidonia y las piedras que parecen de talco junto al mar oscuro de las noches. Más allá, por una ruta psicogeográfica, el escenario de una tragedia en los centros del amor o el suicidio visual al acercarse al Mirador de las Amatistas. Y las torres de los piratas o esa cárcel del desierto de los tártaros que es el Castillo de los Alumbres. El resto es silencio y rituales de verano: piel, agua, viento y músicas por la noche. Los días son largos y lentos, como son largos y lentos los grillos y los camaleones. En verano llegan periódicos a El rincón de Zara