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Mostrando entradas de abril, 2014

Mi biblioteca en el baño

En la primera casa que consideré mía instalé una estantería justo encima de la cisterna del retrete. Cuatro baldas con casi todos los géneros: poesía, novela, ensayo, teatro (tragedias y comedias), libros de viajes y autobiografías. Más o menos puedo recordar, con bastante exactitud, los títulos más destacados de ese secuestro libresco destinado a la intimidad de mi cuerpo.  Sé que estaban Los cantos de Maldoror y las poesías completas de Góngora; La montaña mágica y El Guzmán de Alfarache ; los fragmentos de Ese maldito yo de Cioran y El ensayo sobre el cansancio de Peter Handke; cuatro tragedias de Eurípides y Cuatro corazones con freno y marcha atrás de Jardiel; el primer tomo de las memorias de José Luis de Vilallonga y En Patagonia, de mi querido Bruce Chatwin. También había algunos castigos, libros o autores, que no leía en el baño, a los que condenaba a pasar un tiempo de intimidad conmigo, in interiore homine ,  mientras me aseaba o leía sentado y pensati