“Mi sueño más constante, no tiene
nada de especial, tiene que ver con un espacio donde vivir y ser feliz. Al
principio eran ciudades, grandes ciudades con veranos asfixiantes y crueles
inviernos, ciudades en las que descubrir la triste humanidad. Luego las
ciudades vinieron, vinieron los veranos y los inviernos, y en la primera helada
de mi memoria el espacio soñado se convirtió en una casa, y siempre esa casa es
de piedra, tiene una fuente en un pequeño jardín y, en el sótano, una pequeña
bodega en donde cada noche elegir el vino más ligero y beber y conversar hasta
el amanecer; tener a mi lado el cuerpo deseado y la cara amada; acoger a toda
mi familia extensa y a sus amigos. Un lugar en el que a todos los que quiero les
gustara estar y permanecer. En mi sueño son constantes la piedra, la fuente
y el vino ligero; la estructura, las habitaciones, los muebles y la luz cambian
en cada nueva visita
[…] Me gustan los libros que hablan
de espacios, me gustan los mapas, los planos, las superficies, los materiales,
sobre todo los materiales, los que tiene peso; las arquitecturas pegadas a la
tierra y también las que se evaporan, las opacas y las transparentes. Esa
historia que muchos nos contamos antes de dormir, esa pequeña contribución
nocturna a la biografía inventada de nuestro personaje –ese moi adorable, ese trerrificum ego– la construyo a partir de los espacios en los que
he vivido”.