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Dos nuevos sueños de Glenda (Aguaespejo granadino).






 “He soñado con una carretera de agua que ascendía en el aire como un inmenso adn helicoidal. Hacía viento y el agua estaba rizada. Era tan estrecha como puede serlo la más estrecha de las carreteras rurales, por supuesto un solo sentido, sin espacio para maniobrar. Esto me agobiaba un poco y me obligaba a una conducción muy atenta. Tenía el vacío a la derecha y a la izquierda. Los neumáticos del coche se deslizaban por una alfombra de agua ligeramente rizada. Iba sola y el cielo era muy azul. Poco a poco ha ido desapareciendo todo lo que no era asfalto de agua y mi coche: los edificios, los quitamiedos, los árboles. Yo, el coche, la carretera de agua y el vacío azul. Cuando han empezado a formarse olas he cerrado los ojos, he apartado las manos del volante y he cambiado de sueño.”


     Fragmento de Aguespejo granadino (1955) de José Val del Omar,
al cante Camarón de la Isla, "Si acaso muero".



“Desenvuelvo y vuelvo a envolver un regalo que no entiendo. Se llama Stargadelos. Soy yo siendo niña y estoy en una casa oscura. Intuyo la presencia de otros, oigo sus ruidos, sus sigilosos movimientos y cuchicheos. Imagino cómo se juega a Stargadelos, pero no me apetece jugar sola.  Aún así lo abro y lo despliego en el suelo. Se trata de un grupo de adolescentes que tienen aventuras. Una especie de gimkana. Las ventanas de la casa están entornadas, como un mediodía de agosto en la ciudad, y yo sigo intentando saber cómo se juega a aquello. Después de un rato me canso y guardo todos los elementos del juego: el tablero, las fichas, el reloj de arena. Lo hago con cuidado, cada cosa en su envoltorio. Plásticos de los años ochenta. Avanzo por un pasillo y bajo por las escaleras de caracol hasta la entrada. En el descanso del primer piso me detengo a mirar dentro de otra casa. Veo pasar a mi hermana para servir algo de una sartén a los platos de una mesa montada para la cena. No hay nadie sentado a la mesa. Mi hermana me mira y no me saluda. Yo tampoco lo hago. Entendemos algo sin hablar. Sigo mi camino por las escaleras hasta la puerta y salgo a una tarde de verano luminosa y a un camino de agua. El agua está como si se hubiera hecho el vacío, tan quieta que parece un espejo.”

(Fotografía de Biel Bielmann)

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