1. Margarita Premiere me enseña la casa natal de José Martí. Me cuenta
toda su historia política, romántica y literaria. También me dice que debo
cortarme el pelo.
2. Israel Rodríguez me enseña la casa de Lezama Lima en Trocadero 162.
Pequeño paraíso de imágenes y libros. El vaso danés, el Apolo, los jades, sus
padres, los dos grabados de Antonio Saura, los Evangelios, las obras completas
de Martí, Góngora, Mallarmé, el gallo japonés... Después nos hacemos una foto
con las manos en los bolsillos. La chequeamos y me comenta que parece que tengo
casi tantas tetillas como Lezama. Para salir con dignidad le pido que me hage
otra foto en el estudio del autor de "Muerte de Narciso". También
manos en bolsillos.
3. Donde se trata de la ritual visita a escritores muertos. Cementerio
de La Habana. Tumba de Alejo Carpentier. Hablo con él. Él sabe que el motivo de
mi viaje son sus ensayos. Me habla como si yo fuera Joaquín Soler Serrano:
"Amégica me gesulta más integesante desde que me encuentro de este lado
del chagco grande", me dice. Yo no me atrevo a decirle que está enterrado
en La Habana con un mensje castrista en su tumba. Se me ocurre preguntarle que
qué prefiere: Cristal o Bucanero. "Bucanego", me dice. "Yo
prefiero Cristal", le digo. Y ya. Luego me hago un semiselfie con un ángel
escuchando.
4. De cómo ser Hemingway en una sola vida. Hemingway quería ser un
iceberg. En realidad fue un trillón de cubitos de hielo paseando por tres
continentes y bebiendo todos los bourbons, daiquiris, bellinis y tintorros de
su tiempo. A mí me da vértigo si lo comparo con este M incompleto que soy y lo
que bebo cada noche. El Floridita está como a unas siete cuadras del Hotel
Ambos Mundos. Allí escribió 'Por quién doblan las campanas', libro de cabecera
de Fidel en Sierra Maestra. Entrar a su habitación cuesta 2$. No entro, pero me
hago un selfie especular con él y un turista de blanco que baja las escaleras.
Al menos soy cuatro.
5. De cómo los números y las letras dicen cosas aquí. Ahora vivo en
Águila 69b. Podía haber sido 70, pero no. A dos pasos de El Malecón, a tres de
la casa de Lezama y a cuatro de La Casa de la Música de Galiano. Pero en
realidad mi calle es una perpendicular de San Lázaro, casi al llegar a las
escalinatas neoclásicas de la Universidad de La Habana. Calle M. Nomen est
omen.
6. De cómo los lugares imaginarios son siempre reales. Mi primera
fascinación con la literatura fue latinoamericana. En esos escritores encontré
la posibilidad del diálogo, posiblemente una de las pocas razones por la que
merece dedicar una vida a enseñar literatura. Diálogo de todos los tiempos y
todos los espacios. Por ejemplo, la revolución francesa en el Caribe. Por
ejemplo Alejo Carpentier entre dos o tres mundos.
7. Sobre el nacimiento de los dioses. Y ya.
Cap. 8 De cómo las clases de salsa y un idiota norteamericano
(M. Z.),
gracias al cual todos estamos conectados y divertidos, acabarán con la
Revolución.
1. Clases de salsa para turistas en el Museo de la Revolución
2.
Cómo conectarse a internet en La Habana:
Funciona con tarjetas. Las
tarjetas tienen un usuario de 12 números y una clave de otros 12 números
distintos.
Las tarjetas se compran en los hoteles y el
precio varía según el hotel. Las he comprado desde 2$ hasta 5$ la hora (cuando
digo $ digo dólar, aunque en realidad son CUC, pesos convertibles, porque aquí
hay dos monedas: el peso cubano y el CUC, peso convertible, para extranjeros.
Ninguna de las dos monedas vale un carajo fuera de Cuba, o sea que si te sobran
te los comes).
También las puedes comprar a camellos de tarjetas. La operación es como
comprar porros, te vas con él detrás de una esquina. Ahí siempre te cuestan lo
mismo: 3$.
En estos días acaba de aparecer otra
modalidad. Hay alguien, siempre cerca de un hotel, con un ordenador y un corro
de gente a su alrededor. Él ,o la del ordenador conecta al resto por 1$ hora.
Pero tienes que quedarte en el corro. En esto todavía no he caído.
Finamente puedes ir a una oficina de ETECSA (Empresa de Telecomunicaciones
de Cuba S.A.) y, naturalmente, hacer una cola de una hora, hora y media. Yo
fui, pude comprar hasta tres, no más y enseñando el pasaporte, tarjetas de 5
horas cada una: 30$ en total.
Una vez que tienes tarjeta tienes que ir a un hotel. También hay algunos
puntos en parques pero van lentísimos. Pero no cualquier hotel, un hotel con
conexión ETECSA, así cuando acabas puedes apagar la conexión wifi y ahorrar
minutos. Si el hotel tiene su propia wifi allí tienes tú que gastar toda la
tarjeta, porque aunque apagues wifi los minutos siguen contando. Esto poco a
poco lo vas sabiendo.
En cualquier caso la conexión wifi, aunque
sea ETECSA, no es perfecta, va y viene. Cada vez que se va puede que sí, puede
que no, tienes que meter otra vez los 12 números de usuario y los otros 12 de
la clave.
En los hoteles te sientas en una mesa y
tienes que consumir. Los hoteles, como bien sabemos, son para turistas y tienen
precios para turistas. Consumición mínima entre 2$ y 3$ (café o cerveza
Cristal). Si te tomas un mojito: 5$.
Como es wifi, si estás con el teléfono,
éste decide actualizar google calendar, que es muy importante tenerlo
actualizado, o ,el imprescindible en viaje ,youtube. Entonces, si la conexión
ETCESA ya es de por sí lenta, en ese momento quieres una cuerda y cometer un
suicidio ritual y público contra ETECSA.
Es bueno desconectar de vez en cuando.
Esto, la Revolución, no puede durar mucho,
sobre todo cuando el 1 de mayo entrarán los primeros ferris norteamericanos.
9. De cómo la inactualidad puede ser la vanguardia de nuestro tiempo.
La Habana Vieja está llena de turistas y jineteras. Una ciudad bellísima en
ruinas. Un mundo anterior en violenta contradicción con el capitalismo virtual.
Ayer me decía Y que mejor morir a que nada cambie. El sueldo de un médico
vienen a ser 50 $ al mes. Una jinetera puede ganar 100 $ al día lamiendo
turistas. Esto, aparte de triste e injusto, produce una energía que no he visto
en ningún otro lugar. Un apocalipsis feliz, profetas prácticos que no dejan de
hablar y confiar en un mundo posterior que puede ser la misma mierda de
siempre. Una explosión de música y arte visual, lo que los humanos, desde las
cuevas, buscan cuando los dioses los abandonan. La Habana puede ser la ciudad
del futuro.
10. De cómo en La Habana me saluda más gente por la calle que en
Granada. Han bastado dos semanas para tener un círculo de conocidos en el
centro de La Habana. A veces oigo mi nombre a lo lejos y no hago caso. Pero es
para mí. En mi ciudad, debido a mi vida itinerante, puedo pasear días y días si
encontrarme con nadie que me salude. A día de hoy eso es imposible en barrio de
La Habana donde vivo. En una ciudad de voces, nalgas y taxis. Oyes "estoy
cansao de sel tan vago", o un piropo a una niña "eres tan linda como
tu madre, ¿viste?", o esos locos que se quedaron colgados en ese
"periodo especial", que nunca acaba, y hablan para nadie "¿pero
qué caraho hiso por nosotros la puta revolución?
11. De por qué las lápidas tienen aquí una vocación poética. Una tarde,
fraguándose el infierno capitalista de Wall Street, el poeta Federico García
Lorca se sentó a la sombra de un árbol del caimito junto a su amigo Gabriel
García Maroto. En Caimito, como a una hora en carro de La Habana. Ahí fue
feliz, según me cuenta un pintor local.
El escritor italiano Italo Calvino nació en 1923 en Santiago de las Vegas,
una pequeña ciudad cerca del aeropuerto de La Habana. Su padre, Mario, era el
responsable de una estación agronómica dedicada al estudio de la vegetación
tropical. Nunca olvidó esos primeros tres años de su vida en un jardín
tropical. Regresó a La Habana en diversas ocasiones para recordar sus primeros
pasos en este sueño que llamamos vida. La misma vida que para muchos es una
pesadilla.
12. De la verticalidad y la horizontalidad en La Habana. A Reynaldo
Arenas le gustaba hablar y recitar poemas con sus amigos en el inmenso parque
Lenin, al sur de la ciudad. Perseguido por su homosexualidad, afirmaba que el
capitalismo te jode y te quejas, mientras que el comunismo te jode y debes dar
las gracias. En 1984, ya en Nueva York, dedicó un poema un profesor de la
Universidad de Tulane titulado "Blanco mojoncito". La última estrofa
dice así: "Blanco mojoncito, / para ti todo marchará admirablemente
mientras esa teoría que defiendes y tan bien te alimenta (¡me dicen que ya
tienes hasta el tenore profesor!) no se te aplique en la práctica matándote de
hambre."
La 'Trilogía sucia de La Habana' (1998) de Pedro Juan Gutiérrez es un libro
de semen y sal, historias sórdidas y sensuales del "período
especial", cuando la Unión Soviética cortó la teta a Castro y el queso de
las pizzas eran condones derretidos. En el episodio titulado "Aplastado
por la mierda" habla de la nostalgia: "la nostalgia puede
trasformarse de algo depresivo y triste, en una pequeña chispa que nos dispare
a lo nuevo, a entregarnos a otro amor, a otra ciudad, a otro tiempo, que
tal vez sea mejor o peor, no importa, pero será distinto". ¿He escrito yo
todo esto?
13. De utopías y distopías en el Caribe. El tema de conversación,
además de la pelota, el fútbol y, naturalmente, la vida de la pinga, es solo
uno: El cambio ¿será lento o rápido? Si rápido, el peligro son los tiburones
financieros e inmobiliarios, además de los rebaños de turistas americanos
infantilizados. Si lento, habrá mucha gente desesperada dispuesta a irse de
aquí de cualquier manera.
La Fábrica del Arte, en Vedado, es un espacio entre neoyorquino y berlinés.
Música en directo, teatro, cine, snack, discoteca, tienda de diseño, sala de
exposiciones... En La Habana... Allí vi estos cuadros de Ludmila y Nelson. El
Malecón después de la burbuja inmobiliaria; la esquina de Zuleta con San Juan
de Dios, en Habana Vieja, una tarde de tormenta después del capitalismo.
14. De cómo decir adiós a la ciudad de las columnas el
día en que los turistas invadieron La Habana. Parece que la revolución será
ahora revolución turística, o turismo revolucionario. Es una locura. Da un poco
de pena ese destino de bermudas y gordito, pero ellos están encantados
intentando exprimir a los turistas. Me he encontrado hasta a unos amigos
canadienses. Cuando me he dirigido a ella ni me ha mirado, pensaba que era otro
de los millones de taxistas que se ofrecen todo el rato.
15. Pensamientos en un autobús que atraviesa La Mancha. No sé qué país
visitó la izquierda europea durante décadas. No sé en qué hoteles se alojaron.
No sé con quiénes hablaron. No sé qué hospitales o escuelas les enseñaron. Pero
esa ceguera o ese idealismo pasó y pasa factura a una izquierda de consignas.
La Revolución cubana estuvo bien hasta 1968. Lo demás han sido errores,
rectificaciones, extravagancias económicas y un autobloqueo que se sumaba al
bloqueo. Fue seguir un lema difícilmente asumible por las personas libres:
"Con la revolución todo, contra la revolución nada". Y ahora Chanel y
el rodaje de Fast and Furious 8.
16. De cómo llovió café, azúcar y verticalidad marxista y ahora tiene
que llover dinero. Si tengo dinerito tú me vas a querer, 57 años de revolución
y llegó Yuly y Havana C, de Cienfuegos a La Habana.
17. En la segunda mitad de los noventa asistía cada
año a unas soirées muy literarias y muy mundanas en París. A veces aparecía el
maestro. Se le veía asomar por una esquina y acercarse lentamente a las mesas o
a los fumadores de la entrada del bistró. Kundera hablaba poco, bajito y
siempre con una medio sonrisa irónica. Aprendí tres cosas de él en esas
reuniones. Los maestros enseñan poco y lo que que enseñan no se olvida. Una
de las cosas que aprendí es que la historia trágica de Europa también
podía ser una broma, y que el destino individual no puede estar enteramente
condicionado por una broma. Eso es lo que he visto en Cuba estas semanas, como
estos personajes en una terraza de El Malecón de la película 'Regreso a Ítaca'
(2015), de Laurent Cantet y Leonardo Padura. Penetración cultural y
diversionismo ideológico.